
El desamor no cuida
julio 22, 2025La forma en que nos percibimos no surge únicamente de lo que vivimos o sentimos, sino también de lo que otros han dicho y pensado de nosotros.
Desde la infancia, las opiniones, juicios y expectativas de nuestro entorno van dejando huellas que, sin darnos cuenta, se convierten en parte de nuestra identidad.
Palabras como “eres muy sensible”, “no eres bueno para esto” o “siempre fuiste el responsable de la familia” terminan moldeando nuestra forma de vernos, incluso cuando esas descripciones no reflejan del todo nuestra verdadera esencia.
«El problema es que, al repetir y aceptar esas ideas, comenzamos a actuar como si fueran verdades absolutas sobre nosotros mismos».
Y así, adoptamos roles, actitudes o creencias que no siempre nos pertenecen, pero que sentimos como propias porque llevan demasiado tiempo habitando en nuestra mente.
Esta distorsión de la autoimagen no solo condiciona nuestra manera de relacionarnos con los demás, sino que también limita nuestro potencial y nos aleja de la posibilidad de descubrir quiénes somos de verdad.
En psicología, este fenómeno se asocia con el diálogo interno: esa conversación silenciosa que mantenemos con nosotros mismos y que está cargada de lo que creemos que somos.
Si nuestro diálogo interno está dominado por etiquetas negativas o ajenas, terminamos viviéndonos desde una versión reducida, prestada o incluso equivocada de nosotros.
Pero la mirada hacia uno mismo no depende únicamente de lo que hemos escuchado. También se ve afectada por nuestro propio filtro, ese conjunto de creencias, comparaciones y juicios que usamos para evaluarnos.
Nos medimos según estándares externos —el éxito que otros definen, la belleza que otros dictan, los logros que otros esperan— y pocas veces nos damos la oportunidad de construir una imagen sin esas distorsiones.
Mirarnos a través de esos filtros equivale a usar un espejo empañado: vemos una silueta, pero no con claridad.
«Y mientras más tiempo pasamos observándonos de esa manera, más nos convencemos de que esa imagen borrosa es la única que existe».
Lo cierto es que no somos una definición estática. Somos un conjunto de experiencias, aprendizajes, contradicciones y cambios. Por eso, para recuperar una imagen más auténtica de nosotros mismos, es necesario cuestionar esa voz interna y preguntarnos:
¿Esto que pienso de mí realmente me describe o es algo que aprendí a creer?
Revisar nuestra autoimagen implica desaprender lo que no nos pertenece y permitirnos descubrir lo que sí. Es un proceso que requiere honestidad, paciencia y, a veces, apoyo profesional, pero que nos devuelve una libertad invaluable: la de elegir quién queremos ser y no solo quién nos dijeron que éramos.
Porque al final, mirarnos con nuestros propios ojos —y no con los ojos prestados del pasado— es el primer paso para vivir de forma auténtica y plena.
Estoy para ti, para acompañarte a mirarte con ojos de compasión y amor propio.
Claudia Girón
@psclaugiron
https://www.claudiagiron.com/